Querida Fulana:
Como te dije anoche, me siento muy halagado de que me hayas considerado para analizar tu discurso. No sé cuál sea la audiencia a la que lo estás buscando transmitir (académica o no-académica, amigos o no-amigos, etc.). Sin embargo, espero que las críticas constructivas que haga sean eso, a saber, constructivas. Me aproximaré al texto de la siguiente manera: escribiré una breve crítica desde una filosofía cristiana, la cual contendrá ambos elementos, tanto lo de ser un análisis filosófico básico como ser un análisis desde el cristianismo. Si te parece extraño que haga un análisis de este tipo, dado que buscas una suerte de neutralidad, espero poder explicitar en el análisis mismo a qué me refiero cuando hablo de un “análisis desde el cristianismo”.
Me fascina ver un discurso que busca dialogar y razonar. Me parece que estás haciendo un análisis muy interesante sobre la situación social contemporánea. No dudo que la intención sea una intención muy noble. De hecho, me parece que necesitamos, en la medida de lo posible, tratar de verdaderamente entrar en diálogo con el otro de una manera racional y objetiva. No obstante, hay algunos elementos de tu discurso que se podrían analizar con mayor detenimiento. Me gustaría analizar tres elementos que a mi parecer son fundamentales para el análisis de tu escrito: el mito contemporáneo de la tolerancia, el compromiso por la verdad y el compromiso con Cristo.
En primer lugar, aunque entiendo que estás buscando una posición neutral para poder abordar las diferentes inquietudes sociales contemporáneas, creo que hay un mito hoy en día con respecto a la tolerancia y el “respeto”. Me resulta sumamente peligroso el tratar de perpetuar la idea de la tolerancia neutral sin ningún tipo de matiz. ¿A qué me refiero con matizar el término “tolerancia”? Hoy por hoy, parece que las personas utilizan el término “tolerancia” para hablar de una suerte de aceptación tácita de las posturas del otro. Así, por ejemplo, si persona A tiene la creencia C1, y la persona B está en desacuerdo, puesto que B tiene la creencia C2 (o incluso no-C1), entonces la persona B es una persona sumamente intolerante. ¿Te das cuenta? Parece que tolerar implicaría aceptar la postura del otro sin ningún matiz. Esto, creo yo, en una sociedad pluralista y democrática como la nuestra, es imposible que tome lugar. Justamente la tolerancia implica que, pese a que uno no está de acuerdo con ciertas creencias, se está dispuesto a vivir con la persona que sostiene estas creencias. Así pues, tolerancia no es equiparable con aceptación de una idea; más bien, es algo así como aceptación de la persona (en tanto que persona), pese a la falsedad de la idea que sostiene. Me da la impresión de que estás asumiendo en el fondo que la idea de tolerancia que se acaba de explicitar no es correcta, pero me parece que podrías enfatizarlo un poco más en tu discurso.
Ahora bien, también es importante señalar que la tolerancia no debe ser absolutizada, precisamente porque existen posturas de vida que son simple y llanamente inmorales. Además, pese a que se está intentando elevar la tolerancia a un estatuto único y de indiscutible valor ético, esta tarea francamente va a terminar por fracasar, debido a dos razones de peso. La primera de estas razones es que absolutizar la tolerancia equivale a negarla, a saber, la proposición de que “la tolerancia debe ser un valor inamovible” se refuta a sí misma. Permíteme explicitar mi aseveración con un ejemplo un tanto pedestre y simplificado. Considera lo siguiente: Si A afirma que “no se debe ser intolerante nunca ante ninguna creencia”, y B afirma que “el aborto es muerte a un ser humano (bebé)”, naturalmente A podría decir que B está siendo intolerante para con las mujeres proelección. Sin embargo, B podría decir que A está siendo intolerante para con su posición “intolerante”. ¿Te das cuenta del embrollo en el que se encuentra A? B no tiene ningún problema de inconsistencia, puesto que B nunca ha afirmado que se deba tolerar todo; pero A tiene muchos problemas porque A está siendo intolerante para con la postura de un presunto intolerante. ¿Te das cuenta del problema?
La segunda razón de peso por la cual es, a mi juicio, incorrecto absolutizar la tolerancia de cualquier postura es la inmoralidad de ciertas posturas. En otras palabras, cualquiera puede afirmar tolerancia irrestricta en teoría, pero, en la práctica, es imposible e inmoral afirmar que todo debe ser permitido. Por ejemplo, probablemente pocas personas no estarían de acuerdo en que asesinar a sangre fría a seis millones de judíos es suma y moralmente malvado y no debe ser tolerado ese comportamiento. Seguramente, de igual manera, pocos estarían dispuestos a admitir que la violación a mujeres, la trata de personas y cosas semejantes deben de ser toleradas por mor de un principio de “tolerancia y respeto” absoluto. Este tipo de ejemplos podrían ser multiplicados ad infinitum, pero creo que con eso basta para apuntalar que se deben hacer matices claros con respecto a la tolerancia.
En segundo lugar, me parece que—aunque en tu discurso sí hablas un poco acerca de esto—hay que enfatizar, más allá de ganar un argumento político o ideológico particular, la búsqueda de la verdad. Vivimos en una sociedad en la que los sentimientos toman preeminencia sobre la razón y la verdad. Hoy por hoy, nuestra manera de llegar a conclusiones es la siguiente:
Premisa 1: Si se siente bien, entonces es verdad.
Premisa 2: Esto (ideología, manera de vivir, etc.) se siente bien.
Conclusión: Esto es verdad.
Se debe enfatizar que el sentimiento no equivale a la verdad. Hay una frase de Santo Tomás de Aquino que me parece fascinante y que, como cristiano, me ha resultado extremadamente útil a lo largo de mis estudios de filosofía. Dice así: “Omne verum a quocumque dicatur a Spiritu Sancto est” (“Toda verdad, dígala quien la diga, proviene del Espíritu Santo”). Esto me parece que enfatiza la búsqueda de la verdad que cualquier persona debe anhelar; pero especialmente enfatiza la actitud que los filósofos debemos poseer. En este sentido, me gustó mucho el énfasis que pusiste para con los creyentes de dialogar con los no-creyentes (y viceversa). Sólo creo que sería de vital importancia enfatizar el tema de la verdad. Nosotros (como creyentes) creemos que poseemos la verdad (Jn. 14:6). Si esto es cierto, entonces no deberíamos tener temor de dialogar con el otro para llegar a la Verdad, que en último término es Cristo Jesús.
Así pues, Fulana, con San Agustín afirmemos veritas in caritate (verdad en amor) y caritas in veritate (amor en la verdad). Está bien que los creyentes busquen la verdad, pero que sea en amor. De igual forma, está bien que los no creyentes busquen el amor (porque Dios es amor), siempre y cuando no sea al margen de la verdad. Creo que lo hiciste bien en tu discurso, pero sería excelente el poder enfatizar que, pese a que nuestros sentimientos son importantes (relacionado con la caritas), la verdad también debe buscarse fielmente ante todo.
Finalmente, en tercer lugar, tenemos que recordar que ni Cristo nos ha llamado a la neutralidad ni es posible la neutralidad absoluta. A pesar de que mi discurso pasado tiene elementos cristianos, la realidad es que el acercamiento es primordialmente filosófico. Sin embargo, en este último punto te hablo a ti, como amiga y hermana en Cristo. La neutralidad estricta no es posible filosóficamente ni recomendable teológicamente. Como tú sabes, todos partimos de ciertos presupuestos filosóficos, y mientras más conscientes seamos de esto, más incisivos podrán ser nuestros análisis de la cultura. Por otro lado, el Señor Jesucristo nos dice: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Lc. 11:23). También nos dice el apóstol Pedro que debemos santificar (apartar) al Señor en nuestros corazones y estar siempre preparados para presentar una defensa (apología), con mansedumbre y reverencia, ante todo aquel que demanda una razón de la esperanza que está en nosotros (Cf. 1 Ped. 3:15). No olvidemos que estamos en este mundo para ser luz y sal, Fulana (Cf. Mateo 5:13-16). Podemos exhortar al diálogo razonado y a la tolerancia social (con ciertos matices), pero nunca olvides tú en tu corazón que estamos sirviendo al Dios trino, y a algunos de nosotros nos ha llamado a hacerlo desde el ámbito intelectual. Así que ahí donde te ha llamado Dios, séle fiel.
Dios te bendiga grandemente, Fulana.
-Tu amigo, Juan José Sánchez
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