Hace unas semanas, vi en Instagram dos reels que me llamaron la atención, pues ambos hablaban de la queerización y la nueva masculinidad, desde dos perspectivas totalmente distintas. A partir de ello e inspirado en una charla con un conocido, decidí escribir esta reflexión que voy a dividir en tres partes: 1) responder qué es lo queer; 2) qué es una nueva masculinidad, y 3) cómo impacta esto en el mundo de la moda.
Primero que nada, quisiera hablar de manera muy superficial del concepto queer que, como todos los conceptos que existen en el lenguaje en general, posee toda una historia; es decir, desde cómo se llega a él, cómo se usa, para qué se usa, etcétera. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en un documento publicado en 2015, sostiene que el concepto queer o intersex:
«[…] trasciende el concepto de sexo como masculino o femenino, y como un fenómeno biológico. Bajo esta teoría, la asignación del sexo no es un hecho biológico innato; más bien, a las personas se les asigna socialmente un sexo al nacer con base en la percepción que otras personas tienen sobre sus genitales»[1].
Esto nos deja claro que el concepto queer es una teoría sociológica que sostiene que el sexo es una decisión más allá de la dicotomía masculino–femenino que, tradicionalmente, se asigna a partir de una base biológica. Más allá de poder estar de acuerdo o no con esta idea, lo cierto es que dentro del colectivo LGBTQ+ lo queer o intersex no es una moda, o sea, tiene implicaciones psicológicas relacionadas con el autoconcepto, también tiene implicaciones afectivas, sociales, políticas y más.
Por otra parte, tenemos la idea tradicional de masculinidad. Gracias a los distintos movimientos feministas se ha visibilizado que el machismo es una ideología, que sostienen tanto hombres como mujeres, en la que el varón (biológicamente hablando) es superior, sólo por el simple hecho de ser varón[2]. Esto tiene muchos matices. Sin embargo, quisiera centrarme en el «machismo que padecen los hombres»: un varón debe cumplir ciertos estándares tales como usar pelo corto, colores sobrios, verse rudo, «no llorar», ser fuerte y dominante —en todos los aspectos que ambas palabras puedan abarcar—. En otras palabras, su ser, actuar y hacer debe mostrar su calidad de ser superior. Este estereotipo masculino lleva a varios varones a recatar su gusto por ciertas cosas como las flores, algunos colores, juguetes e incluso a ocultar sentimientos como llorar o mostrarse vulnerable. Las nuevas masculinidades o bien masculinidades deconstruidas, que es lo que defiende el feminismo, se proponen como hombres conscientes de que su calidad de varón no los hace superiores a las mujeres y que usar rosa o llorar porque algo les conmueva no afecta en nada su orientación o sus preferencias. Se trata de masculinidades que saben que la lucha por los derechos de la equidad de género no está lograda y que la lucha de las mujeres la deben liderear las mujeres. Es decir, tratan de evitar ser el «aliado» que les dice a las mujeres cómo ser mujer y cómo pelear mejor por la mujer; son personas que se limitan a evitar estereotipos de género para marcar la riqueza de la diferencia.
En tercer lugar, está el mundo de la moda, y aquí me refiero al denominado mundo fashionista que es una herramienta más del capital. El capitalismo y el mundo fashionista, desde mi perspectiva, es una tergiversación del arte, en sentido aristotélico, que ha sido usado de una forma perversa. Me explico: un arte es la ordenación de todos los actos humanos para alcanzar su finalidad; por tanto, vestirse con falda, pantalón, tenis, zapatillas, usar maquillaje y demás es una elección libre, es decir, es un acto humano y, en teoría, la vestimenta debe reflejar que somos seres racionales, o sea, capaces de interpretar el mundo y tratar con él. En este último aspecto, quisiera ser lo más objetiva posible y trataré de poner un ejemplo para que sea más sencillo de entender. En un clima cálido, aunque somos libres de usar lo que sea, por la simple capacidad de interpretar el mundo, podemos saber que no es prudente usar guantes, gorro y chamarra, sino algo ligero que nos permita estar frescos y evitar un golpe de calor. Es decir, la vestimenta, aunque se puede elegir libremente, en nuestro trato con el mundo se escoge, principalmente, por gusto o, incluso, por funcionalidad. Hoy en día existe una tendencia a que las prendas de ropa sean intersex o queer es decir, que una camisa sea neutra y la puedan usar hombres y mujeres y no por ello pierdan masculinidad o feminidad. Hasta ahí las cosas parecen ir más hacia la funcionalidad y la relación que cada uno establece con una prenda, pues esa camisa puede ser una camisa para un varón y un vestido para una chica. En esto, podemos pensar que todo va bien, menos gasto, menos daño climático, menos stock, más facilidad de decisión y una nueva forma de relacionarnos con las prendas de vestir puesto que cada ser humano sabrá cómo y cuándo portarla; o sea, se mantiene la diferencia.
Ahora, ¿por qué sostengo que el mundo fashionista y el capitalismo se vuelven perversos? La respuesta inmediata es que se apoderan de banderas que probablemente no entienden para vender productos. El mundo de la moda y todo el capital que produce ha tomado lo más básico de la teoría queer y lo conveniente de las nuevas masculinidades, para vender su moda, moda que unifica la diferencia sexual y que se decide mediante un grupo selecto de personas, que nos venden la «etiqueta» de que eso demuestra que tenemos una postura neutra ante la diferencia sexual o bien, que acerca a los hombres a ser más deconstruidos por llevar una bolsa Chanel. Es muy distinto decir que una prenda de ropa carezca de género, para poder ser usada a libre elección, que «poner de moda» que los hombres usen tacones, falda, tutú o hasta se pinten las uñas, pues curiosamente la «moda queer» se inclina más a poner prendas femeninas en cuerpos masculinos que al revés y me pregunto: ¿No será eso una nueva forma de que los hombres se apoderen de los espacios femeninos? En fin, dejo la pregunta abierta… Pero volviendo al tema, reitero, cada quién es libre de vestirse como guste. Sin embargo, un hombre en tacones no necesariamente prueba que está exento de cometer actos machistas; en todo caso, sólo prueba que sigue los estándares de la moda. Es más me atrevería a cuestionar la «moda queer» —que de queer me parece que tiene poco— como un privilegio de clase, ya que esas modas sólo las ves en la Met Gala, en portadas de revistas multimillonarias o en actores y cantantes famosos a los que, si analizas sus acciones, películas y canciones, de «nueva masculinidad» no tienen nada, puesto que al final su virilidad —aunque vestida en tacones y con las uñas pintadas— se reafirma en el hecho de poseer muchas novias o en contarle a los demás que él sabe que la calladita es atrevida (típico cliché porno).
Para ir cerrando, quisiera precisar mi punto. Los movimientos sociales tales como el intersex o queer y el feminismo si bien, para presentarse ante el mundo, visten sus corporalidades de tal forma que éstas evidencien su postura, no tienen como finalidad —o al menos de eso estoy convencida— proponer una moda que capitalice; se tratan de un acto político mediante el cual se visibilicen las injusticias que ellos intentan erradicar; no así la moda: la moda está dirigida a un tipo de personas —los ricos— que siguen los estándares que otros deciden por ellos. Las personas que siguen el mundo de la moda están completamente alineadas a lo que dicen los poderosos. Aquí se sigue lo que sostenía Nietzsche: son personas que viven bajo el deseo de los demás, y se limitan a hacer y decir lo que dicen y hacen los demás. Por ejemplo: si dicen que vestir así te muestra como «aliado» o «crítico» a los estándares heteropatriarcales, lo harán. A pesar de que no entiendan ni lo uno, ni lo otro, pues lo importante es estar a la moda. Finalmente quisiera dejar un señalamiento que me parece risible: la masculinidad frágil. Existen hombres que, si bien no se asumen a sí mismos como machistas porque «entienden» el lugar y la dignidad de la mujer en el mundo, son personajes que fácilmente se sienten atacados por una moda, pues ésta destrona los estándares tradicionales de lo que debe vestir un hombre y, por ende, tildan a las personas que gustan de seguir la moda de «idiotas»; pues ellos perciben que esa moda ataca los valores tradicionales de la diferencia sexual.
Nuevamente, la moda no se sigue por fuerza, sino, por poder adquisitivo y, como ya he dicho, a través del criterio más básico de acción: el gusto. Si alguien quiere vestir de una o de otra manera porque posee el dinero para hacerlo, sus razones —suficientes o insuficientes— tendrá. Lo que quiero recalcar es que definitivamente la moda busca generar dinero, lo cual, no es un problema menor, ya que encierra otras injusticias sociales. La moda usa las banderas sociales y la victimización de las personas que sostienen que dichos movimientos son «ataques a las convenciones tradicionales» como arma para desestabilizar, causar morbo y hacerse más fuertes y, por consecuencia, seguir sosteniendo a la sociedad capitalista.
Referencias
[1]Cfr. https://www.oas.org/es/cidh/informes/pdfs/ViolenciaPersonasLGBTI.pdf Pág. 30 [2] Suplico al lector no caer en la falacia de falsa generalización en la cual se piensa que con la afirmación hecha en el cuerpo del texto estoy sosteniendo que «todo hombre, por ser hombre, es machista». La idea no es esa; el machismo tiene distintas caras, matices, formas y no es exclusivo del género masculino. Pero eso es parte de otra reflexión.
Para más información: Y la Queso 🧀: La queerización de las masculinidades (filth.com.mx).
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