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Crítica al naturalismo metodológico a la luz de la resurrección de Jesucristo como hecho histórico



Por: Juan José Sánchez

Introducción

En 2004, tuvo lugar el famoso debate entre el filósofo ateo Antony Flew y el historiador y filósofo Gary Habermas sobre el tema "¿Ocurrió la resurrección?”. Dicho debate es sugerente y suscita reflexiones importantes. Como es bien sabido, todo historiador es un ser humano. Y todos los seres humanos tienen presupuestos filosóficos. Por consiguiente, todo historiador tiene presupuestos filosóficos, aun antes de llevar a cabo una determinada pesquisa histórica. Difícilmente el hecho de que esto sea así constituye una revelación sustancial para el lector reflexivo. Aunque existen, empero, claramente estos presupuestos metodológicos, no todos los presupuestos son igualmente válidos. Esto es especialmente cierto en el caso del naturalismo metodológico. El naturalismo filosófico u ontológico puede definirse en los siguientes términos:

La actitud filosófica, o la doctrina filosófica, o ambas a un tiempo, que estima la Naturaleza y las cosas en ella, como las únicas realidades existentes… Se ha indicado a veces que el naturalismo aparece como una negación de lo que podríamos llamar “sobrenaturalismo”, entendiendo por este último no la afirmación de que todo lo que hay es sobrenatural, sino simplemente la afirmación de que hay, o puede haber, además de lo natural… algo sobrenatural.[1]

Por otro lado, de acuerdo con el naturalismo metodológico, toda explicación de la historia que busque darse debe ser dada en términos del orden creado contingente dentro de la naturaleza.[2] En otras palabras, el naturalismo metodológico exige que, en principio, cualquier explicación de un determinado evento histórico sea explicado en términos de lo que hay en la naturaleza, sin apelar en ningún momento y de ninguna manera a causas sobrenaturales (Dios, milagros, etc.). Algo que cabe recalcar es que, aunque todo naturalista parece no tener otra opción que el naturalismo metodológico, puede haber individuos que no se adhieran al naturalismo ontológico pero que sí se adhieran al naturalismo metodológico. Sin embargo, parece que el naturalismo metodológico no está justificado no sólo porque no son claras las líneas que demarcan el naturalismo ontológico del naturalismo metodológico, sino que también parece implausible a la luz de ciertos eventos históricos, como la resurrección de Jesucristo.


Tipos de razonamientos y algunos problemas con el naturalismo metodológico

Se pueden distinguir tres tipos de inferencias: Inferencias deductivas, inferencias inductivas e inferencias abductivas. En primer lugar, las inferencias deductivas son aquellas que proporcionan el mayor grado de certeza que hay, a saber, la necesidad lógica. Si A es B, y B es C. A es necesariamente C. En otras palabras, conociendo que las premisas son verdaderas, la conclusión sigue con necesidad. En segundo lugar, las inferencias inductivas son aquellas que proporcionan probabilidad. Un clásico ejemplo sirve aquí para ilustrar. Habiendo uno visto 99 patos de color blanco en un parque determinado que tiene 100 patos, la probabilidad de que el último pato también sea blanco es muy alta. Finalmente, se puede hablar de un razonamiento abductivo, o inferencia a la mejor explicación, cuando se tiene una serie de eventos o data que requieren una explicación en términos de un hilo conductor unificador.


Indubitablemente, la historia hace uso de una metodología abductiva que trata de generar teorías a partir de ciertos hechos, no viceversa. Sin embargo, cuando las explicaciones naturalistas dejan de ser plausibles, ¿pueden los historiadores prescindir del naturalismo metodológico? Si sí pueden, entonces no hay problema con la tenencia del naturalismo metodológico como punto de partida. Empero, si ellos no pueden deslindarse de dicha metodología —aun pese a que no parece haber una explicación naturalista plausible—, entonces, han caído en un dogmatismo metodológico y —lo que es peor— han adoptado, subrepticiamente, un naturalismo ontológico. Pero, el salto del naturalismo metodológico al naturalismo ontológico está injustificado a no ser que, en último término, se identifiquen. Y parece que los naturalistas metodológicos han rechazado constantemente tal identificación.


La resurrección de Jesucristo como evento histórico

Aunque hay diferencias sobre la significación y consecuencias de ciertos hechos, existen varios sucesos de la historia que pueden ser comprobados más allá de toda duda razonable. Algunos ejemplos de esto son el Descubrimiento de América, la caída de las Torres Gemelas, el asesinato de Abraham Lincoln, etc. En este mismo sentido, hay ciertos hechos que se encuentran en torno al surgimiento sociológico del cristianismo que no son disputados entre los historiadores de alcurnia. Dichos hechos requieren una explicación racional, y las explicaciones naturalistas parecen ser muy poco competitivas en este sentido.


El cristianismo difiere de otras religiones en que el fundamento del cristianismo está en la historia, y, como tal, puede ser verificado o refutado. Por ende, a continuación, se expondrán a manera de bosquejo seis de los hechos mínimos que giran alrededor del origen del cristianismo, en parte obtenidos del propio esbozo del historiador y filósofo Dr. Gary Habermas en una entrevista.[3] En otras palabras, estos hechos son universalmente aceptados tanto por historiadores creyentes como por los escépticos. Por ende, son de importancia capital en el análisis histórico. Como tales, no se hará una revisión exhaustiva de dichos hechos, sino que se abordarán a manera de resumen, el cual busca ser sucinto y meramente representativo.


Hecho #1-Jesús murió una muerte por crucifixión

En un artículo de la American Medical Association, citado por Josh McDowell, se dice lo siguiente:

Es claro que el peso de las evidencias histórica y médica indica que Jesús estaba muerto antes de que fuera herido en el costado. Se apoya el criterio tradicional de que la lanza, que entró entre las costillas de su lado derecho, probablemente perforó no sólo el pulmón derecho sino también el pericardio y el corazón, asegurando por lo tanto su muerte.[4]

Hecho #2-Tumba vacía

El filósofo Stephen Davies señala sobre la tumba vacía lo siguiente:

La proclamación de los primeros cristianos acerca de la resurrección de Jesús en Jerusalén hubiera sido psicológicamente y apologéticamente imposible sin la evidencia segura de una tumba vacía…en otras palabras, sin una evidencia segura y aprobada de una tumba vacía, las aseveraciones de los apóstoles hubieran sido objeto de refutación contundente con la sencilla presentación del cuerpo...Tanto las fuentes judías y romanas, como las tradiciones, atestiguan de una tumba vacía. Estas fuentes van desde Josefo, el historiador judío, hasta una recopilación de escritos judíos del siglo quinto que satirizan la vida de Jesús, llamados el Toedoth Jeshu. El autor Dr. Paul Maier llama a tales certificaciones “evidencia positiva de una fuente hostil”, la cual es la más fuerte evidencia histórica. En esencia, esto significa que, si una fuente admite un hecho decididamente no en su favor, entonces ese hecho es genuino.[5]

Hecho #3-La creencia de los discípulos

Los discípulos de Cristo tuvieron experiencias de lo que ellos creyeron ser apariciones del Jesús resucitado. Como dice J.N.D Anderson, decano de la facultad de Derecho en la Universidad de Londres:

Desde el mismo principio la convicción de que Jesús había sido resucitado de entre los muertos ha sido aquella por la que la existencia de ellos ha permanecido o caído. No había otro motivo que diera razón por ellos, que los explicara… No hay ningún lugar… en el que haya alguna evidencia de que los cristianos sostuvieran una filosofía original de la vida o una ética original. Su única función es dar testimonio de lo que ellos afirman es un evento, la resurrección de Jesucristo de entre los muertos… La única cosa realmente distintiva por la cual permanecían los cristianos era la declaración de que Jesús había resucitado de entre los muertos de acuerdo con el plan de Dios.[6]

Hecho #4-Dispuestos a morir por esa fe

El Dr. Michael Licona explica que los discípulos estaban dispuestos a morir por sus creencias. De hecho, la mayoría murió por su creencia:


Después de la muerte de Jesús, los discípulos sufrieron persecución, y un número significativo de ellos experimentó el martirio. La fuerza de su convicción indica que ellos no solamente estaban afirmando que Jesús se les había aparecido a ellos después de levantarse de entre los muertos. Ellos realmente lo creían. Ellos voluntariamente se pusieron el peligro al proclamar públicamente al Cristo resucitado.[7]

Más adelante, el erudito del Nuevo Testamento Keener, señala lo siguiente:

El testimonio de los discípulos no fue inventado. Los antiguos también reconocían que la disposición de la gente de morir por sus convicciones verificaba por lo menos la sinceridad de sus motivaciones, argumentando en contra de la invención. Por supuesto que la gente muere regularmente por valores que son falsos; ellos ordinariamente no mueren, empero, voluntariamente por lo que ellos creen que es falso. El engaño intencional por parte de los discípulos es implausible. [8]

Asimismo, el profesor William Lane Craig, cuyo trabajo doctoral en la Universidad de Münich se enfocó en la resurrección de Jesucristo como hecho histórico, señala lo siguiente:

Lo que la naturaleza del caso parece requerir es confirmada por la historia. Escribiendo setenta años después de la muerte de Jesús, Tácito narra la persecución de Nerón unos treinta años después de Cristo, y cómo los cristianos eran vestidos con pieles de bestias salvajes y arrojados a los perros, cómo otros eran untados con brea y se usaban como antorchas humanas para iluminar la noche mientras Nerón cabalgaba vestido de auriga, viendo el espectáculo. Los testimonios de Suetonio y Juvenal confirman el hecho de que treinta y un años después de la muerte de Jesús, los cristianos morían por su fe. De los escritos de Plinio el Joven, Marcial, Epicteto y Marco Aurelio, queda claro que los creyentes se sometían voluntariamente a la tortura y la muerte en lugar de renunciar a su religión. Este sufrimiento está abundantemente atestiguado en los escritos cristianos también. Cristo había sido asesinado por lo que dijo; los apóstoles podrían esperar el mismo trato. Las predicciones de Jesús en los Evangelios sobre el sufrimiento de sus seguidores o fueron predicciones verdaderas hechas realidad o se la pusieron en la boca porque de hecho se había producido la persecución. En Hechos, los sufrimientos de los cristianos se informan sobriamente sin extravagancia. Las epístolas abundan con referencias a persecuciones y exhortaciones a la constancia. En los primeros escritos de Clemente, Hermas, Policarpo e Ignacio, encontramos que los sufrimientos de los primeros creyentes fueron históricamente confirmados. [9]

Hecho #5-Proclamado muy temprano

Los credos tempranos, los Evangelios (considerados como mera evidencia histórica sin ningún tipo de atribución divina), y otros documentos extrabíblicos dan cuenta de la creencia temprana en la Resurrección. Por ejemplo, en 1 Corintios 15:1-19, Pablo señala lo siguiente:

Γνωρίζω δὲ ὑμῖν, ἀδελφοί, τὸ εὐαγγέλιον ὃ εὐηγγελισάμην ὑμῖν, ὃ καὶ παρελάβετε, ἐν ᾧ καὶ ἑστήκατε, δι’ οὗ καὶ σῴζεσθε, τίνι λόγῳ εὐηγγελισάμην ὑμῖν, εἰ κατέχετε, ἐκτὸς εἰ μὴ εἰκῇ ἐπιστεύσατε. Παρέδωκα γὰρ ὑμῖν ἐν πρώτοις, ὃ καὶ παρέλαβον, ὅτι Χριστὸς ἀπέθανεν ὑπὲρ τῶν ἁμαρτιῶν ἡμῶν κατὰ τὰς γραφάς, καὶ ὅτι ἐτάφη, καὶ ὅτι ἐγήγερται τῇ ἡμέρᾳ τῇ τρίτῃ κατὰ τὰς γραφάς, καὶ ὅτι ὤφθη Κηφᾷ, εἶτα τοῖς δώδεκα· ἔπειτα ὤφθη ἐπάνω πεντακοσίοις ἀδελφοῖς ἐφάπαξ, ἐξ ὧν οἱ πλείονες μένουσιν ἕως ἄρτι, τινὲς δὲ ἐκοιμήθησαν· ἔπειτα ὤφθη Ἰακώβῳ, εἶτα τοῖς ἀποστόλοις πᾶσιν· ἔσχατον δὲ πάντων ὡσπερεὶ τῷ ἐκτρώματι ὤφθη κἀμοί. ἐγὼ γάρ εἰμι ὁ ἐλάχιστος τῶν ἀποστόλων, ὃς οὐκ εἰμὶ ἱκανὸς καλεῖσθαι ἀπόστολος, διότι ἐδίωξα τὴν ἐκκλησίαν τοῦ θεοῦ· χάριτι δὲ θεοῦ εἰμι ὅ εἰμι, καὶ ἡ χάρις αὐτοῦ ἡ εἰς ἐμὲ οὐ κενὴ ἐγενήθη, ἀλλὰ περισσότερον αὐτῶν πάντων ἐκοπίασα, οὐκ ἐγὼ δὲ ἀλλὰ ἡ χάρις τοῦ θεοῦ ἡ σὺν ἐμοί. εἴτε οὖν ἐγὼ εἴτε ἐκεῖνοι, οὕτως κηρύσσομεν καὶ οὕτως ἐπιστεύσατε. Εἰ δὲ Χριστὸς κηρύσσεται ὅτι ἐκ νεκρῶν ἐγήγερται, πῶς λέγουσιν ἐν ὑμῖν τινες ὅτι ἀνάστασις νεκρῶν οὐκ ἔστιν; εἰ δὲ ἀνάστασις νεκρῶν οὐκ ἔστιν, οὐδὲ Χριστὸς ἐγήγερται· εἰ δὲ Χριστὸς οὐκ ἐγήγερται, κενὸν ἄρα τὸ κήρυγμα ἡμῶν, κενὴ καὶ ἡ πίστις ὑμῶν, εὑρισκόμεθα δὲ καὶ ψευδομάρτυρες τοῦ θεοῦ, ὅτι ἐμαρτυρήσαμεν κατὰ τοῦ θεοῦ ὅτι ἤγειρεν τὸν Χριστόν, ὃν οὐκ ἤγειρεν εἴπερ ἄρα νεκροὶ οὐκ ἐγείρονται. εἰ γὰρ νεκροὶ οὐκ ἐγείρονται, οὐδὲ Χριστὸς ἐγήγερται· εἰ δὲ Χριστὸς οὐκ ἐγήγερται, ματαία ἡ πίστις ὑμῶν, ἔτι ἐστὲ ἐν ταῖς ἁμαρτίαις ὑμῶν. ἄρα καὶ οἱ κοιμηθέντες ἐν Χριστῷ ἀπώλοντο. εἰ ἐν τῇ ζωῇ ταύτῃ ἐν Χριστῷ ἠλπικότες ἐσμὲν μόνον, ἐλεεινότεροι πάντων ἀνθρώπων ἐσμέν.

Texto que es traducido de la siguiente manera por la RVR60:

Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo. Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos, y así habéis creído. Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.

Hecho #6-Conversiones

Santiago y Pablo se convirtieron en cristianos porque tuvieron experiencia de lo que ellos creían haber sido Jesús resucitado. Por ejemplo, como señala McDowell:

Considere la vida cambiada de Santiago, el hermano de Jesús. Antes de la resurrección él despreciaba todo aquello que su hermano defendía. Él pensaba que las afirmaciones de Cristo eran pretensiones vocingleras y que sólo servían para arruinar el nombre familiar. Después de la resurrección, sin embargo, encontramos a Santiago con los otros discípulos predicando el evangelio de su Señor. Su epístola describe bien la nueva relación que él tenía con Cristo. Se describe como “siervo de Dios y del Señor Jesucristo” (Stg. 1:1). La única explicación para este cambio en su vida es la que brinda Pablo: “Luego [Jesús] apareció a Jacobo [o Santiago]” (1 Cor. 15:7).[10]

Alternativas naturalistas

Estos seis hechos son indiscutibles por los historiadores y especialistas en la historiografía relacionada con el Nuevo Testamento (tanto creyentes como escépticos). Ahora bien, los cristianos han postulado la resurrección como la única alternativa plausible para explicar adecuadamente estos hechos. Sin embargo, evidentemente, como el naturalismo metodológico no acepta ninguna explicación sobrenatural a priori, se han postulado diversas hipótesis naturalistas para explicar estos hechos. A continuación, se explorarán brevemente las alternativas más importantes.


Alternativa #1-La teoría del desmayo

Algunos han sugerido que Jesús de Nazaret no murió, sino que sólo se desmayó. McDowell cita a J.N.D. Anderson, señalando la ingenuidad que tomaría considerar esta hipótesis:

Bueno... es muy ingenioso. Pero no resiste la investigación. Para comenzar, se dieron pasos —según parece— para asegurarse de que Jesús estaba muerto; ese ciertamente es el significado de la lanza que metieron en su costado. Pero supongamos, sólo para argumentar, que él no estaba ciertamente muerto. ¿Cree usted realmente que descansando hora tras hora sin atención médica, en una tumba cavada en la roca en Palestina durante la Pascua, cuando está bastante frío por las noches, pudiera haberle revivido, en lugar de probar el fin inevitable de su vida vacilante; que él podía liberarse de metros de vendas fúnebres, las cuales pesaban bastante por las muchas especias, mover la piedra que tres mujeres se sentían incapaces de hacerlo, y caminar por muchos kilómetros sobre sus pies heridos?[11]

John Stott señala que, aunque hubiera sobrevivido—lo cual es sumamente implausible, puesto que los romanos estaban bien entrenados para asesinar, so pena de sufrir la pena de muerte ellos mismos—el aparentar ante sus discípulos que había sido resucitado de forma gloriosa toma más fe que creer en la resurrección misma:

Que después de los rigores y dolores del juicio, la burla, el azotamiento y la crucifixión él podría sobrevivir 36 horas en un sepulcro de piedra, sin calor ni comida ni cuidado médico. ¿Creemos que él podría luego reanimarse lo suficiente como para realizar el acto sobrehumano de levantar la piedra que aseguraba la boca de la tumba, y hacerlo sin molestar a la guardia romana? ¿Que luego, débil, enfermo y hambriento, él podía aparecer a los discípulos en una manera tal como para dar la impresión de que había derrotado a la muerte? ¿Creemos que él podría continuar reclamando que había muerto y resucitado, y que podía enviarlos a todo el mundo y prometerles que estaría con ellos hasta el fin del mundo? ¿Creemos que él podía vivir en algún lugar escondido por 40 días, aparecer ocasionalmente, y luego finalmente desaparecer sin ninguna explicación? Una credulidad semejante es más increíble que la incredulidad de Tomás.[12]

Alternativa #2-La teoría del cuerpo robado

Debido a las circunstancias que giraban en torno a la muerte de su maestro, los discípulos no estaban en condiciones ni psicológicas ni físicas para enfrentar a la guardia romana, mover la enorme piedra que cubría el sepulcro y después de eso morir por una mentira que ellos sabían que era mentira parece desafiar toda lógica. Como señala Fallow:

Es probable que ellos no lo hubieran hecho, y es prácticamente cierto que ellos [los discípulos] no podrían haberlo hecho [robar la tumba de Jesús]… ¿Cómo podrían ellos haber intentado robar el cuerpo? Eran criaturas frágiles y timoratas, que huyeron tan pronto vieron que tomaban a Jesús como prisionero. Hasta Pedro, el más valiente, tembló ante la voz de una sirvienta, y tres veces negó conocerlo. ¿Podrían personas de este tipo haber osado resistir la autoridad del gobernador? ¿Habrían decidido ellos oponerse a lo resuelto por el Sanedrín de poner guardias, y eludir o derrotar a los soldados armados y advertidos del peligro? Si Jesucristo no hubiera resucitado (hablo en el lenguaje de los incrédulos), él había engañado a los discípulos con esperanzas vanas en cuanto a su resurrección. ¿Cómo es que los discípulos no descubrieron al impostor? ¿Se hubieran puesto en peligro por emprender una empresa tan peligrosa en favor de un hombre que se había aprovechado tan cruelmente de la credulidad de ellos?[13]

Ahora bien, digamos, por mor del argumento, que ellos hubieran robado el cuerpo. ¿Qué ganaban con proclamar la resurrección? Nada en absoluto, excepto sus muertes. No sólo murieron, pero murieron por una mentira; no sólo murieron por una mentira, sino que murieron sabiendo que era una mentira. Si ellos hubieran robado el cuerpo, ellos hubieran sabido que era una mentira. ¿Quién moriría por una mentira, sabiendo que era mentira? Su único mensaje, como se vio con anterioridad, es que Jesucristo había vencido a la muerte.


Alternativa #3-La teoría de las alucinaciones

Esta alternativa es sumamente difícil de creer por diversas razones. En primer lugar, no hay evidencia clínica de alucinaciones en masa sin algún tipo de narcóticos o experiencias sensoriales mórbidas. En segundo lugar, el perfil de los que vieron a Jesús no en ningún sentido el adecuado para la experiencia de alucinaciones. En tercer lugar, las condiciones ambientales y sociales son inadecuadas. Usualmente, en los casos excepcionales, la experiencia de alucinaciones se da con gente que espera las alucinaciones; los que vieron a Jesús no esperaban dichas alucinaciones. Como dice Theodore Christlieb:

No negamos que la ciencia pueda contarnos de casos en los cuales ciertas visiones fueron vistas por todo un grupo grande a la vez; pero cuando ese fue el caso, siempre fue acompañado por una excitación mórbida de la vida mental, tanto como por una mórbida condición corporal, especialmente por afecciones nerviosas. Ahora bien, aun si uno o varios de los discípulos habían sufrido este estado mórbido, no sería de ninguna manera justificado que concluyéramos que todos estaban así. Por cierto, ellos eran hombres del más variado temperamento y constitución. Pero se supone que uno detrás del otro cayeron en esta condición mórbida; no sólo las mujeres entusiasmadas sino aun Pedro, aquel pescador fuerte y endurecido, quien seguramente estaba tan lejos de los nervios como cualquiera; y Santiago, y los dos en camino a Emaús; y así todos hasta el sobrio y lleno de dudas Tomás, sí, todos los once, y hasta más de 500 hermanos juntos. Se supone que todos estos cayeron repentinamente en algún tipo de autoengaño. Debe notarse que esto sucedió en muy diferentes horas y lugares, y durante las ocupaciones más variadas (en la mañana cerca de la tumba; conversando por el camino; en el círculo confidencial de amigos trabajando en el lago). La formación mental de ellos debe haber sido seguramente muy variada y la tendencia interna hacia las visiones muy desigual. ¿Podrían ellos, todos ellos, ponerse de acuerdo en anunciar estas visiones al mundo como apariciones corporales del Cristo resucitado? ¿O podría ser que fuera un completo autoengaño y un engaño intencional? Ciertamente, uno u otro de ellos debe haberse preguntado después del hecho si la imagen que había visto era una realidad. Schleiermacher dice con mucha verdad: “Quienquiera suponga que los discípulos se autoengañaron y confundieron lo interno por lo externo, y les acuse de una debilidad mental tal, debe invalidar su testimonio total acerca de Cristo y hacerlo aparecer como si Cristo mismo, cuando eligió a tales testigos, no hubiera sabido lo que estaba en el hombre. O si Cristo hubiera querido y ordenado que ellos confundieran las apariciones internas con percepciones externas, él habría sido el autor del error, y todas las ideas morales se confundirían si esto fuera compatible con su alta dignidad”.[14]

Alternativa #4-La teoría de la tumba equivocada.

Esta hipótesis parece absurda en gran manera. Que las mujeres, los discípulos, la guardia romana, los judíos antagonistas y todos los demás se equivocaron de tumba resulta algo que desafía toda lógica. Aún si ese hubiera sido el caso, las apariciones de Jesucristo todavía tienen que ser explicadas de alguna manera.


¿Qué se puede señalar de esta resumida enumeración de las alternativas? Como es bien sabido, ninguna de estas hipótesis es plausible, y prácticamente ningún crítico serio actual sostiene ninguna de éstas. Sobre la primera alternativa, está bien establecido que murió en la cruz. Sobre la segunda alternativa no habría razón (ni posibilidad por la guardia romana) ni de los discípulos ni de los judíos antagonistas ni de los romanos para robar el cuerpo. Sobre la tercera alternativa los psicólogos que han estudiado el caso advierten que no se dan alucinaciones en conjunto ni en las condiciones de los discípulos. Finalmente, la cuarta alternativa es irrisoria y carece de todo poder explicativo con relación a las apariciones y la convicción apostólica.


La resurrección

La evidencia, de la que aquí sólo se ha expuesto una parte, parece ser abundantísima a favor de la resurrección y en contra de estas teorías. En este contexto, el filósofo y teólogo William Lane Craig sostiene que el hecho sociológico del inicio de la Iglesia requiere una explicación no fácilmente asequible sin el dato de la resurrección:

Además de este dilema fundamental, los apologetas cristianos también restauraron el viejo argumento del origen de la iglesia. Supongamos, sugiere Vernet, que no hubo resurrección ni milagros: ¿cómo podrían una docena de hombres, pobres, toscos y aprensivos, poner patas arriba el mundo? Si Jesús no resucitó de entre los muertos, declara Ditton, entonces o bien debemos creer que un grupo pequeño e ignorante de engañadores venció los poderes del mundo y predicó una doctrina increíble sobre la faz de toda la tierra, que a su vez recibió esta ficción como la verdad sagrada de Dios; o bien, si no fueran engañadores, sino entusiastas, debemos creer que estos extremistas, arrastrados por el ímpetu de extravagantes caprichos, lograron difundir una falsedad que no solo la gente común, sino también los estadistas y filósofos, abrazaron como la sobria verdad. Debido a que tal escenario es simplemente increíble, el mensaje de los apóstoles, que dio origen al cristianismo, debe ser cierto.[15]

De estas y otras evidencias, Tomas Arnold, historiador de la Universidad de Oxford, concluye lo siguiente:

La evidencia para la vida, la muerte y la resurrección de nuestro Señor puede mostrarse satisfactoria, y a menudo lo ha sido. De acuerdo con las reglas comunes para distinguir la evidencia buena de la mala, es buena. Miles y miles de personas la han estudiado trozo por trozo, en una forma tan cuidadosa como lo hace cada juez en el estudio de un caso muy importante. Yo mismo lo he hecho muchas veces, no para convencer a otros sino para satisfacerme a mí mismo. He sido usado por muchos años para estudiar las historias de otros tiempos, y para examinar el peso de la evidencia de aquellos que han escrito en cuanto a ellas. No conozco ningún hecho en la historia de la humanidad que se haya probado con la mejor y más plena evidencia de todo tipo, para la comprensión de un investigador justo, que la gran señal que Dios nos ha dado de que Cristo murió y resucitó de entre los muertos.[16]

Las dificultades insuperables del naturalismo metodológico

Si se siguieran los principios del naturalismo metodológico, estos hechos nunca podrían ser explicados con la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, puesto que esto equivaldría a postular una explicación no-naturalista (sobrenaturalista). Ahora bien, si no es posible esta explicación sobrenaturalista a priori, entonces debe haber alguna alternativa plausible para explicar el origen del cristianismo. Sin embargo, como señala el Dr. Habermas, quien ha dedicado su vida entera a estudiar dicha cuestión, ninguna explicación naturalista parece plausible, ni siquiera un poco.[17] Sin embargo, como el naturalista metodológico debe sostener cualquier hipótesis por improbable que parezca, algunos simplemente deciden que el universo es el tipo de universo que permitiría las cosas más absurdas y raras siempre que no sea una resurrección de entre los muertos. Como señala George Hanson:

La fe simple del cristiano que cree en la resurrección no es nada comparada con la incredulidad del escéptico, que aceptará los cuentos más improbables y extraños en lugar de admitir el simple testimonio de las certezas históricas. Las dificultades de la creencia pueden ser grandes; los absurdos de la incredulidad son más grandes.[18]

Si este tipo de evidencia no es suficiente para cambiar la creencia en el naturalismo metodológico, parece que se puede sugerir que, en el fondo, lo que se está sosteniendo no es un naturalismo metodológico, sino un naturalismo ontológico dogmático y subrepticio. Y si ese fuera el caso, tendrían que justificar el naturalismo ontológico y no simplemente asumirlo. Por consiguiente, es posible sugerir que el naturalismo metodológico, al no tener líneas claras de demarcación, puede fácilmente conllevar implícita y subrepticiamente al naturalismo ontológico, lo cual constituye una objeción sustancial al naturalismo metodológico en tanto que supuesta metodología "neutral", puesto que, en último término, el debate tendría que girar en torno al naturalismo ontológico, no en torno a la metodología.


Referencias [1] Ferrater Mora, J. “Naturalismo” en Diccionario de filosofía, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1956, p. 257. [2] Cf. Craig, W. L. & Moreland, J.P., Philosophical Foundations for a Christian Worldview, Wisconsin: Inter Varsity Press, 2003, p. 358. [3] Habermas, G. [Capturing Christianity]. (2019, octubre 22) A Historian Explains the Evidence for the Resurrecction of Jesus. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=kWSG5okmUr8 [4] McDowell, J., Nueva evidencia que demanda un veredicto, 2010, El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2010, p. 262. [5] McDowell, J. y McDowell, S., La verdad inconmovible, Brasil: Editorial Patmos, 2011, p. 305. [6] Citado en McDowell, op. cit., p. 252. [7] Citado en McDowell, J. y McDowell, S., Evidence That Demands a Verdict: Life-changing Truth for a Skeptical World, Tennessee: Harper Collins, 2017, cap. 13. El texto original dice lo siguiente: “After Jesus’ death, the disciples endured persecution, and a number of them experienced martyrdom. The strength of their conviction indicates that they were not just claiming Jesus had appeared to them after rising from the dead. They really believed it. They willingly endangered themselves by publicly proclaiming the risen Christ”. (Traducción mía) [8] Citado en Ibid. El original dice lo siguiente: “The disciples’ testimony was not fabricated. Ancients also recognized that the willingness of people to die for their convictions verified at least the sincerity of their motives, arguing against fabrication. People of course die regularly for values that are false; they do not, however, ordinarily die voluntarily for what they believe is false. Intentional deception by the disciples is thus implausible”. (Traducción mía).


[9] Craig, W. L., Fe razonable: Apologética y veracidad cristiana, trad. Jorge Ostos, Salem, OR: Publicaciones Kerigma, 2018, p. 353. [10] Ibid., p. 295. [11] Citado en McDowell, op. cit., p. 302. [12] Ibid., pp. 302-303. [13] Ibid., p. 311. [14] Ibid., p. 319.


[15] Craig, W. L., Fe razonable: Apologética y veracidad cristiana, trad. Jorge Ostos, Salem, OR: Publicaciones Kerigma, 2018, p. 356.

[16] Citado en Ibid., p. 254. [17] Habermas, G. [Capturing Christianity]. (2019, octubre 22) A Historian Explains the Evidence for the Resurrecction of Jesus. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=kWSG5okmUr8 [18] McDowell, J., op. cit., p. 317.




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