Por: David Ulloa
Una de las disciplinas espirituales más importantes para todo creyente que se considera discípulo de Jesús es la oración. Es también considerado como uno de los medios de gracia más importantes para la vida cristiana. Pero, ¿qué es la oración? Personalmente, me gusta mucho la definición que John Bunyan describe de la oración:
La oración es abrir el corazón o el alma a Dios en una forma sincera, sensible y afectuosa, por medio de Cristo, con la ayuda y en el poder del Espíritu Santo, para cosas como las que Dios ha prometido, o que son conforme a la Palabra de Dios, para el bien de la Iglesia, sometiéndonos en fe a la voluntad de Dios.[1]
Esta enunciación es de por sí suficiente para contemplar su significado. Ahora bien, el tema de la oración posee un amplio espectro de tópicos, por lo que en este ensayo pretende abordar la siguiente premisa: Cuatro razones por las que el cristiano debe orar. Dicho de otro modo: “¿Por qué los cristianos debemos orar?”. He aquí los siguientes cuatro argumentos o razones:
1) La oración es un mandamiento de Cristo que se espera obediencia. La oración no es considerada como una opción a seguir o desecharse; sino más bien un mandamiento. Expresiones bíblicas como: “Cuando ores…”, “Pero tú, cuando ores…”, “Ora de la siguiente manera…” tienen una connotación imperativa. La Biblia confirma claramente que es pecado la falta de oración (léase 1 Samuel 12:23). Se espera que los discípulos oren por amor y obediencia (léase Juan 14:15): Lucas 18:7b «¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche?» (LBLA)
Se espera que aquellos que son escogidos en Cristo aprendan y tengan el hábito diario y constante de la oración. Como bien dice Donald S. Whitney: “No piense en la oración como un requisito impersonal. Dese cuenta de que es una persona, el Señor Jesucristo, con toda autoridad y con todo amor, quien espera que oremos.”[2]
A lo largo de Su ministerio, el Señor Jesús dejó en claro a Sus discípulos sobre la necesidad de orar (léase Mateo 6:5-7, 9; Lucas 11:9, 18:1). Mientras que los apóstoles también hacen eco de sus enseñanzas sobre la oración como preceptos (léase Colosenses 4:2; 1 Tesalonicenses 5:17). Por lo tanto, los cristianos oramos porque es un mandamiento en el que se espera obediencia total.
2) La oración es relación con Dios. La oración establece el fundamento de una relación con Dios desde la perspectiva de un lazo familiar irrompible (léase Efesios 2:19). Cristo lo enseñó en Su oración del “Padrenuestro”:
Mateo 6:6, 9 «Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará […] Vosotros, pues, orad de esta manera: Padre nuestro que estás en los cielos…» (LBLA)
Jesús establece que aquellos que son seguidores fieles Suyos se dirigirán a Dios como Su Padre. Es algo asombroso. Puesto que antes de Jesús, las oraciones veterotestamentarias señalaban antiguamente la forma en que se dirigían a Dios como Dios y Señor (léase Salmos 4:1; 5:2; 7:1; 17:6; 18:6; etcétera). Sin embargo, Cristo ha quitado la barrera ante el Trono de la Gracia y nos ha hecho cercanos a Dios como nuestro Padre. Él marca esa insistencia de dirigirnos así a Su Padre como el nuestro en nuestras oraciones. Edward M. Bounds opina al respecto:
La palabra ‘oración’ expresa el más amplio y comprensivo acercamiento a Dios. Da prominencia al elemento de la devoción; es una estrecha relación y auténtica comunión con Él, disfrutar de Dios y tener acceso a Él.[3]
Claro está que la oración en función de la relación familiar es solo provechosa para los que son hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús (léase Juan 1:12-13). Sin este requisito, es imposible que el Padre responda las oraciones (léase Juan 9:31). Por ende, los creyentes oramos porque es la base para crecer en relación y comunión con Dios.
3) La oración nos brinda un acercamiento de la gracia de Dios. La oración es un receptáculo de la gracia de Dios en la vida de los cristianos. ¿Qué es la gracia? La gracia es el favor inmerecido de parte de Dios por medio de Cristo. Con ello implica que la oración en el secreto realmente expresa una necesidad profunda de Dios en nuestro diario vivir, renunciando a nuestras propias fuerzas para abandonarnos a la misericordia y el poder de Dios. El apóstol Pablo nos permite entrever esta verdad:
2 Corintios 12:8-10: Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí. Y Él me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades, en insultos], en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (LBLA)
La oración es una súplica que brinda la oportunidad de desnudarnos tal cual somos delante de Dios, con todas nuestras flaquezas y debilidades humanas. A Dios no le sorprende nada quienes somos, pues Él escudriña nuestros corazones. Incluso, Su gracia es suficiente y mayor para nuestros pecados diarios, cometidos y confesados. La gracia es sobreabundante (léase Romanos 5:20), y de ello opina Andrew Murray al respecto: “Piensa en la gracia de nuestro Señor como excesivamente abundante con la fe y el amor que hay en Cristo Jesús, de tal modo que en donde abundó el pecado la gracia sobreabundó más.”[4]
No es de extrañar que el autor de la Epístola a los Hebreos nos exhorte a acudir prontamente al Trono de la Gracia por mediación del Único que intercede a favor de nosotros delante de Su Padre Celestial:
Hebreos 4:14-16: Teniendo, pues, un gran Sumo Sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna. (LBLA)
La gracia es la manifestación del poder de Dios a través de Su Hijo amado (léase Juan 1:14, 16); pero esto sólo es posible solicitarla por medio de la oración. La gracia es solo para aquellos que se humillan (léase Santiago 4:6). En definitiva, los creyentes oramos porque estamos necesitados de la gracia divina.
4) La oración es buena compañera en la predicación del Evangelio. La oración siempre está ligada con la predicación de las buenas nuevas de la salvación en Cristo. El texto bíblico que apoya esta gran verdad lo tenemos con el apóstol Pablo:
Efesios 6:19-20: Y orad por mí, para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que al proclamarlo hable con denuedo, como debo hablar. (LBLA)
En esta porción bíblica podemos corroborar que la oración y la predicación del Evangelio van de la mano y que la iglesia lo practicaba. Incluso en los primeros días de la iglesia primitiva, los apóstoles y otros no podían separar esa correlación:
Hechos 4:31: Después que oraron, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con valor. (LBLA)
D. Martyn Lloyd-Jones, considerado como el mejor predicador expositivo del Siglo XX y con fuerte acento evangelista, comenta la necesidad y urgencia de predicar sobre Jesucristo contra una predicación humanista o moralista de su tiempo (y que se aplica también al nuestro):
Estamos perdiendo el tiempo y descuidando nuestro deber al predicar moralidad a un mundo perdido. Porque lo que el mundo necesita es vida, vida nueva, y se puede encontrar solo en Cristo.[5]
Cuando el creyente ora, lo que hace es confesar su necesidad del Espíritu Santo para predicar con poder y denuedo. Depende enteramente de Dios para cumplir la gran comisión de predicar el Evangelio a toda persona. Por supuesto, predicar el Evangelio no se limita a los ministros; sino también es responsabilidad y llamado de todo creyente (léase Mateo 28:18-20; Marcos 16:15; 1 Corintios 9:16; 2 Corintios 5:18-20). Por tanto, necesitamos orar para predicar el Evangelio y que Dios derrame Su gracia por los perdidos.
En conclusión, el creyente debe orar:
· Porque se espera obediencia a Cristo en Sus mandamientos sobre la oración
· Porque a través de la oración cuida y cultiva su relación y comunión familiar con Dios
· Porque a través de la oración suplica y se humilla para recibir gracia
· Porque a través de la oración recibe poder y denuedo para predicar el Evangelio
Por último, señalo que la oración disciplinada y humilde del creyente evidencia su propia necesidad y exalta a Dios cuando responde plegarias.
Bibliografía [1] Bunyan, J. (2003). Cap. 1 La verdadera oración. En Cómo orar en el Espíritu (p. 14). Estados Unidos de América: Editorial Portavoz. [2] Whitney, D. S. (2014). Cap. 4 La oración… para la piedad. En Disciplinas espirituales para la vida cristiana (p. 89). Estados Unidos de América: Tnydale House Publishers, Inc. [3] Bounds, E. M. (2001). Introducción primera parte: La oración, un privilegio sagrado. En Lo mejor de Edward M. Bounds (p. 31). Barcelona, España: Editorial CLIE. [4] Murray, A. (2007). Gracia abundante. En El Trono de la Gracia (p. 26). Estados Unidos de América: Editorial Vida. [5] Murray, I. H (2013). En The Life of D. Martyn Lloyd-Jones 1899-1981 (p. 107). Edimburgo, Reino Unido: The Banner of Truth Trust.
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