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Fichte y los principios del conocimiento en «Sobre el concepto de la doctrina de la ciencia»



Por Juan José Sánchez A.

Después de que Kant formuló su filosofía trascendental, muchos pensadores comenzaron a seguirle. Una vez habiendo estudiado su filosofía, algunos de ellos trataron de construir su propia filosofía sobre la del profesor de Königsberg. Uno de estos estudiantes más brillantes indubitablemente fue Johann Gottlieb Fichte, cuya obra importantísima fue presumiblemente Über den Bergriff der Wissenchaftslehre. Por ende, en este caso se resumirá brevemente la obra Sobre el concepto de la doctrina de la ciencia.


En esta obra el autor se propone llevar a cabo tratar de establecer un fundamento lo suficientemente potente como para ser cimiento de toda la filosofía del porvenir. De esta manera, en la primera parte, el filósofo Fichte trata de presentar una exposición de este fundamento, partiendo de una proposición que no se pueda dudar (cierta por causa de sí misma[1], en el sentido fichteano), que sea indemostrable y, sin embargo, la base sobre la cual se fundamentará todo conocimiento. Entonces, el autor explica que esta proposición debe tener un contenido y una forma que se equiparen la una a la otra, puesto que, si éste no fuera el caso, se tendría que fundamentar el contenido sobre la forma, o bien, la forma sobre el contenido.[2] Sin embargo, si una se probase con base en la otra, entonces no sería una verdad cierta en sí misma, sino que sería cierta en virtud del otro, lo cual haría absurdo tomar a cualquiera de éstas como fundamente en virtud del cual se prueba todo lo demás. Ahora bien, la ciencia que prueba esta proposición fundamental será la ciencia de la ciencia en general, la doctrina de la ciencia. Con relación a esto, Fichte señala lo siguiente:

Toda ciencia posible tiene una proposición fundamental, que no puede ser demostrada en ella, sino que tiene que ser cierta previamente a ella. ¿Dónde, pues, debe ser demostrada esa proposición fundamental? Sin duda en aquella ciencia que ha de fundar a todas las ciencias posibles. La doctrina de la ciencia tendría que hacer en este aspecto dos cosas distintas. En primer lugar, fundar la posibilidad de las proposiciones fundamentales en general; mostrar cómo, hasta dónde, bajo qué condiciones y quizá en qué grados puede algo ser cierto, y en general, qué quiere decir ser cierto; después tendría especialmente que demostrar las proposiciones fundamentales de todas las ciencias posibles, las cuales no pueden ser demostradas en ellas mismas.[3]

Así que, es posible notar con claridad a qué llama Fichte la doctrina de la ciencia y cuáles son algunos de sus objetivos principales. Cabe resaltar de la cita anterior la referencia a la faena ya comenzada por Kant, a saber, aquella que trata de demostrar trascendentalmente cuáles son las precondiciones del conocimiento de la realidad y si es posible siquiera conocer. La respuesta que Fichte dará será que, en efecto, si se conoce el fundamento último, el cual debe ser presupuesto, no probado, se sigue naturalmente la justificación del resto del sistema. En este sentido es importante señalar que la doctrina de la ciencia es una sola, y que el sistema debe también ser únicamente un sistema, pues, de no ser así, se incidiría en un error fatal. Fichte afirma que, si no se da el fundamento proposicional en un sistema, sólo hay dos posibles alternativas:

O no se da en absoluto nada inmediatamente cierto: nuestro saber forma varias o una serie infinita, en la que cada principio es fundado por uno más alto, y éste a su vez por otro más alto, y así en adelante…[o] nuestro saber está constituido por series finitas, pero por varias. Cada serie se termina en un principio fundamental, que no es fundado por ningún otro, sino simplemente por sí mismo.[4]

Dada estas dos otras posibilidades lógicas, Fichte presenta dos objeciones para mostrar lo inadecuado de tal disyunción. En el primer caso, el fundamentar la proposición A con B y B con C y C con D ad infinitum representa, naturalmente y sin mucha argumentación necesaria, un regreso al infinito, lo cual implica necesariamente el que uno nunca pueda pasar a tener un conocimiento sólido de las cosas (puesto que es una relación de causas esencialmente ordenadas); en el segundo caso, el saber humano no tendría un nexo lógico por medio del cual pasar de ciertas proposiciones y creencias a otras y estarían totalmente aislados. Si este fuese el caso, entonces no podría tener sentido el afirmar que hay una ciencia, sino varias ciencias. Además, el saber humano nunca estaría perfecto, sino que se tendría que esperar a que una nueva proposición fundamental llegara al ser humano (vía idea innatas tal vez). Así, pues, no habría nexo alguno entre las creencia y proposiciones humanas, lo cual pareces sumamente ridículo. Por lo tanto, concluye Fichte con las siguientes palabras:

Es fácil de notar que en suposición de la posibilidad de una tal doctrina de la ciencia en general, así como especialmente de la posibilidad de su principio fundamental, siempre se presupone que en el saber humano existe realmente un sistema. Si debe existir en él un tal sistema, entonces se puede demostrar, independientemente de nuestra descripción de la doctrina de la ciencia, que tiene que darse un tal principio fundamental absolutamente-primero. [5]

En la segunda sección de esta obra, Fichte establece que el saber humano debe determinarse incondicionada y absolutamente. Es decir, no se debe hablar simple y llanamente de lo que se conoce actualmente, puesto que, si se hiciera eso, siempre se correría el riesgo de que un filósofo en el futuro descubriera algo tal que no coincidiese con su sistema. Por consiguiente, es muy importante para Fichte que se establezca “lo que el hombre puede saber, no simplemente en el grado actual de su existencia, sino en todos los grados posibles y pensables de la misma.”[6] Esto se logrará si se puede demostrar que el principio fundamental del que se parte ha sido agotado [7]y, entonces, que no es posible ningún otro principio fundamental fuera del establecido, del cual únicamente se sigue el mismo principio fundamental. Asimismo, este principio tiene que ser tan fundamental que, de querer elegir otro principio, sólo se podría elegir el opuesto del principio elegido. De esta forma, la opción se reduce al principio de Fichte o a su opuesto.


El principio que Fichte eligió como fundamente de toda ciencia es el Yo (la proposición fundamental es Yo soy Yo), al cual se le opone el No-Yo (Yo soy No-Yo). En este sentido, según el filósofo, el Yo es el fundamento de todo, y presupuesto de todo conocimiento. El autor lo establece de la siguiente manera:

Luego hay aquí un círculo del que el espíritu humano no puede salir jamás, y se hace muy bien en confesar expresamente este círculo, para que no se caiga quizá alguna vez en confusión a propósito del inesperado descubrimiento del mismo. Es el siguiente: si el principio X es primer principio fundamental supremo y absoluto del saber humano, entonces existe en el saber humano un único sistema: pues lo último se sigue del principio X; ahora bien, puesto que en el saber humano debe existir un único sistema, por tanto el principio X, que es el que realmente (al tono de la ciencia establecida) dunda un sistema, es el principio fundamental del saber humano en general, y el sistema fundado sobre él es aquel único sistema del saber humano.[8]

Exigir que se salga de este círculo es, para Fichte, exigir que todo saber sea infundado y que no haya absolutamente nada cierto. En este punto es interesante notar que el filósofo idealista afirma que hay una distinción entre la doctrina de la ciencia y la lógica. Él dice que no se puede probar la doctrina de la ciencia desde la lógica; más bien, la doctrina de la ciencia fundamenta la lógica. Sin embargo, hay que aclarar que la doctrina de la ciencia no es el contenido mismo. Así, pues, llegamos a explicar la realidad como oposición del Yo con el No-Yo. Ahora bien, no sólo el No-Yo es puesto por el Yo, sino que también el Yo es puesto por éste mismo a través de un procedimiento lógico.


Finalmente, podríamos concluir señalando la importancia de volver a analizar con detenimiento el tema del coherentismo contra el fundacionalismo que ha vuelto a ser un foco de atención recientemente en la filosofía analítica contemporánea, especialmente con Alvin Plantinga y su crítica al evidencialismo fundacionalista acérrimo (por lo menos en el ámbito de la filosofía de la religión). Si bien es verdad que los aportes al debate actual son densos e interesantísimos, Fichte es sin lugar a duda un filósofo que, habiendo entrado en dicho debate, vale la pena estudiar más a profundidad.


REFERENCIAS [1] Fichte, J.G., Sobre el concepto de la doctrina de la ciencia, Distrito Federal: Universidad Autónoma de México, 2009, p. 21. [2] Para explicar la distinción entre contenido y forma, Fichte afirma lo siguiente: “Aquello de lo que se sabe algo, llámese entretanto el contenido, y lo que se sabe de ello, la forma de la proposición. (En la proposición: oro es un cuerpo, aquello de lo que se sabe algo es el oro y el cuerpo; lo que de ellos se sabe es que en un determinado aspecto son iguales, y en tal sentido podría uno ser colocado en el lugar del otro. Es una proposición afirmativa, y este respecto es su forma)”. Ibid., 22. Más adelante el autor parece decir que la forma equivale a saber algo, mientras que el contenido equivale a decir que “existe algo, de lo que se sabe eso”. Cf. Ibid., p. 41. [3] Ibid., p. 20. [4] Ibid., p. 25. [5] Ibid., p. 25. [6] Ibid., p. 31. [7] Un sistema ha sido agotado cuando se ha construido sobre éste un sistema perfecto. Es decir, “cuando el principio fundamental conduce necesariamente a todos los principios establecidos, y todos los principios establecidos se reducen a su vez necesariamente a él”. Ibid., p. 32. [8] Ibid., p. 34.



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