Por: Juan José Sánchez
Cualquiera que haya alguna vez leído cuidadosamente el trabajo del celebérrimo escritor Jorge Luis Borges será capaz de percatarse, sin demasiado esfuerzo, de la ineludible perspicacia y viveza del pensamiento del autor argentino. Esto se vuelve mucho más patente al analizar meticulosamente algunos de los temas filosóficos que surgen subrepticiamente en dos de los cuentos de Borges: "El inmortal" y "La biblioteca de Babel". Así pues, una vez que han sido identificadas, la cuestión de la eternidad y algunas de sus implicaciones lógicas se plantean aguda y manifiestamente en ambas obras, lo cual, en último término, constituye reflexiones profundas sobre la naturaleza del tiempo, la eternidad y la contingencia. Particularmente, se puede plantear la pregunta de si es inevitable el acontecer histórico de todos los eventos y personas en el contexto de la eternidad del espacio-tiempo. Así pues, resulta verosímil sugerir que Borges tiene una respuesta concreta a esta cuestión, a saber, que la existencia de cualquier evento o persona es, en efecto, indudable e ineludible, dada la premisa de la eternidad (un periodo infinito de tiempo) del mundo. Asimismo, es interesante plantearse la pregunta de si existe alguna relación directa o indirectamente entre el pensamiento de Borges y el de Santo Tomás de Aquino. Por consiguiente, para explorar la proposición en cuestión, se buscará llevar a cabo inicialmente un análisis exegético puntual—comparando los textos de "El inmortal" y de "La biblioteca de Babel"—que sea fiel a los textos y al pensamiento de Borges en su contexto propio, y, posteriormente, se intentará reflexionar sobre posibles puntos de encuentro entre el pensamiento del argentino y el de Tomás de Aquino.
Así pues, aunque varios de los textos de Borges contienen algunas intuiciones que son bastante sugerentes, indiscutiblemente los textos de "El inmortal" y "La biblioteca de Babel" no son la excepción, particularmente en términos de la concepción borgeana del tiempo. Parece que Borges sugiere en este texto que, dada la premisa de la realidad de un tiempo infinito, no sólo es probable que una persona posible (que tenga la posibilidad de nacer) nazca, sino que es necesario que una persona posible (que tenga la posibilidad de nacer) nazca, puesto que—se puede inferir lógicamente—, si en un tiempo infinito, con circunstancias infinitas y cambios infinitos nunca nace dicha persona (una persona que tenía todas las posibilidades de nacer), entonces resulta que es imposible que la persona en cuestión nazca. Esto es así porque, si una persona tiene la posibilidad de nacer, entonces, en un periodo de tiempo infinito, debe de nacer necesariamente, pues, de no hacerlo, nunca tuvo una verdadera posibilidad. Borges lo pone en los siguientes términos:
Homero compuso la Odisea; postulado un plazo infinito, con infinitas circunstancias y cambios, lo imposible es no componer, siquiera una vez, la Odisea. Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio y soy mundo, lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy. (Borges, 1974, p. 541).
De esta forma, Borges deja muy en claro que ha meditado profusamente sobre la noción de un tiempo infinito y sus posibles implicaciones lógicas y metafísicas. Asimismo, resulta interesantísima la frase “lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy”, en virtud de las posibles razones de Borges para afirmarla. Una alternativa probable es que esta frase esté sugiriendo que, puesto que una persona inmortal tiene que ser todas las personas en algún momento, en último término (visto en su conjunto), se pierde toda individualidad. Pero, si se pierde toda individualidad, entonces se pierde lo que uno es. De ahí que Borges pueda afirmar sin ulteriores matices “no soy”.
Si bien este tipo de razonamiento puede resultar difícil de seguir, es inverosímil que Borges no estuviera consciente de éste. Esto resulta mucho más claro cuando repite este patrón de pensamiento en La biblioteca de Babel. En esta historia, el narrador se encuentra en una biblioteca que contiene un número infinito de pisos, un número infinito de repisas, un número infinito de libros y un número infinito de letras, lo cual parece constituir la totalidad del universo conocido por el narrador. Además, parece que esta biblioteca ha existido desde siempre (un periodo infinito de tiempo: una eternidad). De hecho, el primer axioma de dicho mundo es el siguiente: “La Biblioteca existe ab aeterno” (Borges, 1974, p. 466).
Ahora bien, una vez habiendo establecido claramente dicha información, Borges reitera su intuición inicial, señalando que, postulando como punto de partida la infinitud en los términos establecidos, es suficiente con que una cierta combinación de letras sea posible para que se dé de facto. Así pues, el narrador de la historia dice que esto causaba mucha alegría a los habitantes de este lugar que creían esto:
“Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza”. (Borges, 1974, p. 468).
Aunque la infinitud del mundo es una creencia de algunas personas que, según el narrador, no siempre fue universalmente aceptada, eso es irrelevante para probar la afirmación inicial, a saber, que Borges creía que, dado un universo infinito que haya existido siempre, es imposible que no se dé la existencia de un libro (cualquiera que sea su naturaleza). El narrador de "La biblioteca de Babel" lo deja en claro en una nota al pie de página:
Lo repito: basta que un libro sea posible para que exista. Sólo está excluido lo imposible. Por ejemplo: ningún libro es también una escalera, aunque sin duda hay libros que discuten y niega y demuestra esa posibilidad y otros cuya estructura corresponde a la de una escalera. (Borges, 1974, p. 469).
Es interesante dicha nota, puesto que sugiere lo mismo que se sugería en "El inmortal". Si es posible que un ente llegue a ser, dado un periodo de tiempo infinito, es imposible que dicho ente no llegue a ser en algún momento (es decir, es necesario que dicho ente exista en algún momento), puesto que si en un periodo infinito de tiempo este ente nunca existiera, entonces no sería posible dicho ente en primer lugar. Este razonamiento es bastante explícito y coherente.
Finalmente, habiendo establecido dicho modo de proceder del pensamiento de Borges, resulta fascinante e interesante el sugerir las posibles implicaciones teóricas de este pensamiento para futuros estudios en metafísica y en teología natural. Más aún, es menester llevar a cabo futuros estudios que comparen estos textos de Borges y la exposición de la famosa tercera vía de Santo Tomás de Aquino para probar la existencia de Dios en la Summa Theologiae. En la tercera vía, Santo Tomás señala, a través de un procedimiento similar (pero inverso), que, si es posible que todas las cosas actualmente existentes no existan en algún momento, entonces es necesario que en algún momento éstas no hayan existido. Sin embargo, de ahí se seguiría que nada existiría hoy en día, asumiendo, desde luego, el principio metafísico ex nihilo nihil fit. El Doctor Angélico señala:
La tercera [vía] es la que se deduce a partir de lo posible y de lo necesario. Y dice: Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan. Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió. Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe. Si, pues, nada existía, es imposible que algo empezara a existir; en consecuencia, nada existiría; y esto es absolutamente falso. Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario. Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro, o no la tiene. Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (núm. 2). Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás. Todos le dicen Dios. (S.T., I, q. 2, a. 3).
Ahora bien, parece posible sugerir que este principio metafísico (ex nihilo nihil fit) es fundamental para distinguir el pensamiento de Borges del de Santo Tomás de Aquino. Es decir, parece que la plausibilidad del razonamiento de Borges se encuentra en que, tanto en el caso de "El inmortal" como en el caso de "La biblioteca de Babel", el autor argentino está asumiendo la existencia continua de las cosas que cambian. En otras palabras, Borges está intuyendo algunas de las explicaciones del devenir (in fieri) de los entes. Sin embargo, por otro lado, Santo Tomás de Aquino está argumentando por el existir mismo de las cosas (esse), no del devenir. Si esto es cierto, se podría afirmar ambas argumentaciones como válidas. No obstante, al margen de dichos análisis posteriores, la argumentación de Borges resulta ser interesante en sí misma, y debería dar lugar a reflexiones ulteriores sumamente profundas, tanto de su obra misma como de su relación con el pensamiento de otros autores.
Referencias
Jorge Luis Borges. (1974). Jorge Luis Borges: Obras Completas. Buenos Aires: Emecé Editores.
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