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La evolución del cristiano que quiso ser científico




Por: Daniel Huelgas Méndez

Mi misión imposible de hoy surge de una inquietud sobre el tema de evolución y creación. Bueno, para abordar la situación, permítaseme contar una pequeña historia, con vistas a ilustrar un punto importante:

Érase una vez, cierto chico cristiano, cuyo padre, había sido excomulgado de la iglesia católica romana. Dada esta situación, su padre decidió abrazar fuertemente la creencia en que el universo y la vida fueron causados sólo por las fuerzas ciegas del azar y la casualidad. Por lo tanto, la creencia de que Dios había sido la causa eficiente de todos esos procesos le remitían a la Biblia y le recordaba de dónde él había sido excomulgado.

Su hijo, por otra parte, creía en Dios. El Dios que se había revelado en su vida: el Dios de la Biblia. Así que, como era de suponerse, entre el joven y su padre tenían unos buenos debates que duraban casi toda la noche. Un tema muy recurrente sobre el cual discutían era sobre los primeros capítulos del libro del Génesis. “En principio, Dios creó los cielos y la tierra. (“En principio” y no “en el principio” que es como debería de traducirse al español el hebreo: Breschit bará Eloim et haschamayim wet haharethz, y que indica, más que un punto histórico concreto, el hecho de que Dios - Elohim- es el Creador).

No lo mencionamos anteriormente, pero este muchacho se encontraba en preparatoria, y una pregunta que le inquietaba constantemente era: ¿Qué voy a hacer cuando termine? El tenía dos opciones en su corazón: 1) irse de misionero a algún lugar lejano de su país natal y, mediante el servicio social, poder compartir su fe en Jesús para que otros pudieran creer también en Él o 2) continuar estudiando una carrera universitaria como ingeniería civil o alguna otra en la que pudiera servir a los demás.

Cuando consultó con sus padres qué opinaban sobre la primera opción, quizá podrán imaginarse lo que pensó su papá: “¿Acaso quieres dedicar tu vida a estudiar el ombligo de las vírgenes?”. En otras palabras: “¿De verdad dedicarás tu vida a algo que la ciencia no puede explicar? Me parece ocioso”.

Por otra parte, la madre de este muchacho era una mujer que constantemente servía a Dios. Ella y su hijo asistían a la misma iglesia local, en donde habían descubierto sus dones y crecido espiritualmente en comunidad. El consejo de la madre a su hijo fue: “Estudia una carrera profesional antes de irte a algún otro lugar como misionero. De esa manera, también podrás ocuparla para trabajar y proveer a una familia y, al mismo tiempo, relacionarte con otras personas con las cuales podrás compartir la fe en Jesús. El chico, como se pueden imaginar, tuvo que decidir, en último término, entre emprender un camino hacia el seminario, estudiar teología por cuatro años y “servir a Dios” de tiempo completo a donde Él lo guiara, o bien, tomar algún otro camino que aún no estaba muy claro para él.

Pasaron algunos meses, y la fecha de tomar una decisión cada vez se acercaba más. El pastor de su comunidad le había aconsejado que tomara en cuenta sus gustos, habilidades y la guía de Dios en su vida. Fue entonces que Dios le reveló al muchacho más cosas sobres sus verdaderas habilidades y gustos, que Él había estado formando en el joven. Éstas tenían que ver con el quehacer científico: hacerse preguntas sobre los procesos que suceden en la naturaleza como: ¿Por qué el cielo es azul? ¿Cómo podemos hacer papel de forma más ecofriendly? o ¿Por qué algunas personas se enferman de gripe y otras no?

Tomando en cuenta, pues, todo lo anterior, el muchacho finalmente pensó: "¿Cómo puedo servir a Dios y compartir mi fe en Jesús ocupando mi vocación científica como un medio?". Fue entonces que recordó que existían personas como su padre, que habían decidido abrazar una visión materialista del mundo y rechazaban la verdad de que Dios es el Creador del universo y salvador del pecado de la humanidad. Al muchacho le gustaría compartirles a ese tipo de personas que el Dios en el que cree es verdadero; sólo era necesario creer.

Pero, (como dicen por ahí) "para no hacer el cuento tan largo", el joven ingresó a la universidad para estudiar la Licenciatura en Biomedicina, disciplina que él considero que combinaba el servicio y la ciencia. Dentro ya de la universidad, él pudo conocer a muchas personas nuevas, de diferentes contextos sociales, con diversas creencias, de distintas ciudades, estilos de vida y edad, pero lo lo que más llama la atención en esta historia es la vez en que el joven tomó la clase de biología teórica.

El profesor, era un biólogo de formación y abiertamente ateo (¿Alguien recuerda la película de “Dios no está muerto”?). Todo iba bien. Esto último no parecía sorprender mucho a nuestro amigo, hasta que el profesor mencionó que el proceso evolutivo en la vida sobre la tierra no tenía ningún sentido o propósito, sino que era resultado de azar y casualidad, y, por lo tanto, ¡la vida misma no tenía sentido! Esto chocó fuertemente con la convicción que tenía el joven en que Dios es el creador de la vida. ¿Cómo es posible que Él hiciera la vida sin propósito? Por otro lado, la ciencia no podría estar mintiendo tampoco, es decir, es la creación de Dios, ¿no es así? Si había habido algún proceso de evolución en la creación de Dios, era posible, puesto que en tiempos bíblicos lógicamente no existía la ciencia moderna, razón por la cual nadie había planteado la posibilidad antes. Pero. ¿decir que la vida no tenía sentido? ¡Eso si que era ir ya demasiado lejos! ¿O no?

Aquí va nuestra primera lección. Recordemos en primer lugar las palabras del Salmo 104:20-30:

Pones las tinieblas, y es la noche;
En ella corretean todas las bestias de la selva.
Los leoncillos rugen tras la presa,
Y para buscar de Dios su comida.
Sale el sol, se recogen,
Y se echan en sus cuevas.
Sale el hombre a su labor,
Y a su labranza hasta la tarde.
!!Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová!
Hiciste todas ellas con sabiduría;
La tierra está llena de tus beneficios.
He allí el grande y anchuroso mar,
En donde se mueven seres innumerables,
Seres pequeños y grandes.
Allí andan las naves;
Allí este leviatán que hiciste para que jugase en él.
Todos ellos esperan en ti,
Para que les des su comida a su tiempo.
Les das, recogen;
Abres tu mano, se sacian de bien.
Escondes tu rostro, se turban;
Les quitas el hálito, dejan de ser,
Y vuelven al polvo.
Envías tu Espíritu, son creados,
Y renuevas la faz de la tierra.

Aquí vemos una reflexión teológica sobre la naturaleza. Vemos su harmonía, el cuidado que Dios tiene sobre ella. Me imagino al salmista sentado enfrente del bosque, recostado sobre el pasto viendo hacia el cielo o posado sobre la arena del mar y escribiendo todo esto. Entonces, ¿existe contradicción entre ciencia y fe? En palabras del reconocido científico especialista en evolución biológica Francisco J. Ayala:

Estoy convencido de que la evolución y las creencias religiosas no tienen por qué estar en contradicción. De hecho, si entendemos a la ciencia y a la fe de forma correcta, no pueden estar en contradicción, pues se ocupan de asuntos distintos. La ciencia y la fe son dos ventanas diferentes para observar el mundo. Las 2 ventanas miran el mismo mundo, pero muestran aspectos diversos de él.[1]

Quiere decir que podemos ver ambas ventanas, y complementar y enriquecer nuestra visión del mundo, pero cada quien tendrá que elegir si permanecer viendo una sola de ellas o ambas.

Pensemos en un vaso de agua y un arroyo. Lo que la ciencia puede decirnos sobre el agua puede ser que está formada por moléculas de H2O ¿Pero esto basta para agotar toda la verdad sobre la realidad? Por supuesto que no. También puedo decir que se congela a 0°C, que ebulle a 100°C sobre el nivel del mar, que es un excelente conductor de electricidad, pero ¿eso todo? Parece que aún sigo viendo solamente a través de una ventana, ¿no es así?


Si me acerco a la otra, puedo decir, como el salmista anónimo del Salmo 104, que Dios creó toda lo anterior. ¿Es esto último una verdad científica? No. ¿Y por no ser científica deja de ser verdad? Tampoco. Ambas realidades se complementan y enriquecen. Pero también puedo acercarme a esta ventana y decir: “esto no lo creó Dios, sino que es resultado del azar y la casualidad”. ¿Es una verdad científica? Tampoco lo es. Ambas son afirmaciones filosófico-teológicas. Pero eso sí, ambas personas pueden ver la primera ventana, en donde pueden estar viendo eventos evolutivos, como las mutaciones en el ADN de un virus, ¿verdad?


Vamos a la Biblia y recordemos lo que dice en Hebreos 11:3:

“Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve.”

Y esta no es una fe ciega, sino una fe que observa la creación y afirma: “¡Qué maravillosas son tus obras, Jehová!”.


Volvamos a analizar lo que nos dice Francisco Ayala:

“...[entre ciencia y fe] solo surgen aparentes contradicciones cuando la ciencia o la fe -con frecuencia ambos- cruzan sus límites y se entrometen indebidamente en los asuntos de la otra. (...) La ciencia se ocupa de los procesos que explican el mundo natural: cómo se mueven los planetas, la composición de la materia y la atmósfera, el origen y diversidad [de los seres vivos]. [la Fe] se ocupa del significado y la finalidad del mundo y de la vida humana [¿Cuál es el propósito de la vida?] la correcta relación entre los seres humanos y el Creador, y entre ellos mismos, y de los valores morales que inspiran y gobiernan la vida de las personas”. [2]

En pocas palabras, la ciencia me puede decir cómo clonar a un humano, pero no me dice, por ejemplo, si es correcto o no modificar genéticamente a un embrión humano. Lo que quiero transmitir en esta primera lección, y espero haberlo logrado, es que la ciencia y la fe son dos campos interdependientes, es decir, que mantienen su independencia a la vez que pueden complementarse uno al otro.

Ahora bien, si yo afirmara: “he comprobado científicamente que la vida no tiene sentido”, caemos en la terrible trampa de afirmar conflicto entre ciencia y fe, como cayeron el profesor y su estudiante, el muchacho de nuestra historia. Quizá, en tu vida también has escuchado a algún compañero, profesor, youtuber, etc. que ha hecho semejantes afirmaciones, como las que hizo el profesor de nuestra historia, y llegaste a caer en la trampa. Ahora puedes darte cuenta de que esa trampa es aparente. Sin embargo, aún hay algunos que la creen real.


Pues bien, continuemos con la historia del muchacho.

En ese entonces, nuestro amigo no comprendía la relación entre ciencia y fe como le es posible comprenderla ahora. Hay que decir la verdad: el joven estaba furioso por dentro debido a las palabras de su profesor. ¡¿Cómo se atreve a decir que DIOS no existe?! ¡Voy a ponerlo en su lugar! Pero, ¿cómo? ¡Ya sé!, ¡Voy a plantearle un debate en clase! Pero primero debo cerciorarme de estar preparado para dar buenos argumentos.


El joven, entonces, propuso en su corazón dedicar el tiempo que fuera necesario para tener todos los argumentos en contra de la evolución y usarlos para debatir con su profesor. Pero, su tendencia vocacional, científica, no lo convencían del todo de estar totalmente en contra de la evolución biológica. Eventos como la creciente resistencia de las bacterias a los antibióticos, nuestra diferencia tan mínima en el número de cromosomas de los chimpancés y los nuestros, entre otros, eran evidencias que no le convencían de rechazar totalmente la evolución biológica.


Pero seguía preguntándose: ¿Cómo puedo conciliar mi fe en Dios y lo que dice el Génesis con lo que nos dice la biología (cosa que estoy estudiando)? ¿Acaso tengo que salirme de la carrera para mantenerme fiel en mi fe? ¿No dije que entraría también para compartir mi fe? ¿Debo enfrentarme al profesor y a cualquier compañero que afirme la evolución de aquí en adelante? o ¿debo de matar mi fe en Dios mientras esté en la universidad y avivarla cuando asista al grupo de jóvenes de la iglesia local?


Como lo mencioné, el muchacho a estas alturas no comprendía aún la verdadera relación entre ciencia y fe y su próxima parada fue en el hospital, no porque quisiera preguntar la opinión de un médico, sino que, tanto fue su estrés, que terminó por enfermarse de colitis nerviosa.


Una vez que nuestro amigo se hubo recuperado, Dios, en su gracia y amor, le permitió reencontrarse con un viejo amigo suyo, el cual era creyente. Juntos, encontraron algunas soluciones (siempre perfectibles, por supuesto) acerca de la cuestión. Buscando la verdad con la mejor honestidad posible y conversando constantemente sobre el tema, pudieron llegar cada uno a algunas conclusiones. Unas de ellas fueron las siguientes:

1. A lo largo de la historia de la Iglesia, ha habido diversidad de posturas entorno a la interpretación del Génesis y el papel de la biología.

2. Algo importante dentro de esto es responder a la pregunta: ¿qué entendemos por “evolución”?


· Evolución puede ser cambios en complejidad estructural que vemos a través del tiempo

· Evolución como mecanismo significa, mutaciones, selección natural, selección sexual, adaptación, etc. y estos mecanismos juntos generan esa complejidad que vemos en la naturaleza.

· O la evolución como evolucionismo, es decir, como una cosmovisión (como lo hacía el profesor del joven).


Lo que ocurre es que existen, dentro de la iglesia cristiana, aquellos que atacan a la evolución como cosmovisión (p.ej. Answers in genesis/creation ministries internacional) y otros que atacan a la evolución como mecanismo (Discovery Institute) y otros que la aceptan como teoría científica y comprenden la relación interdependiente entre ciencia y fe cristiana (Biologos).


Asimismo, aunque no me agraden las etiquetas, cada ministerio cristiano se ha denominado de diferentes formas como “creacionistas de la tierra joven o vieja”, por ejemplo, según la interpretación que le han dado a los primeros capítulos del Génesis (tabla 1).

En lo personal, científicamente hablando, me encanta la teoría de la evolución biológica, pero ya sea que esa teoría cambie o se mantenga en el futuro creo lo siguiente:

1.-Dios creó todo lo visible e invisible a partir de nada preexistente (Génesis 1 y 2, 2da de Macabeos 7:28, Colosenses 1:15-18; Hebreos 11:3)

2.-Que el hombre y la mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26).


Como cristianos, estas creencias son esenciales. Por otro lado, como señala la frase atribuida a Agustín de Hipona: En lo esencial, la unidad; en lo dudoso, libertad; y en todas las cosas, el amor”. Uno no es más cristiano que el otro en alguno de los casos que vimos, pero lo que sí cambia es su acercamiento con la cultura, es decir, con las personas no creyentes, y eso en mi opinión es muy importante. Si alguno de ustedes es curioso puede meterse a las páginas de cada ministerio y leer su “misión” y se dará cuenta de cómo el enfoque hacia el no creyente cambia en cada uno.


Como reflexión final, me gustaría decir que cuando se enfrenten contra ideologías o personas que no sólo no comparten su fe, sino que están totalmente en contra, recuerden que creemos en un Dios vivo y verdadero. Jesús, dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6).


El muchacho que vimos en la historia era yo. Yo no me encontraba con el mejor conocimiento de mi fe. A veces, en la escuela o clases, te dan lecciones para que cuando venga la prueba, salgas victorioso, pero a mí la vida me puso la prueba primero para darme una lección. Sin embargo, espero haber transmitido algo útil para tu vida.

Por la gracia y misericordia de Dios, Él me ha instruido con su Palabra, a través de personas, amigos y hermanos en la fe. Hoy quiero animarte a seguir a Jesús. A verlo cada día en tu vida. Sólo entrégasela a Él: tu creador. El único método para que alguien tenga vida, para que sea salvo se llama Jesús. Él es el camino. Dialoguemos con los no creyentes; acerquémonos a ellos; escuchémoslos para que ellos también nos escuchen.


Te pido me ayudes a elevar una oración por todas las personas, que, en el campo de la ciencia en México y el resto del mundo, estudian la vida, pero están muertos en pecado; sin la vida eterna que es Jesús, el dador de vida. Y te animo también, a que juntos, terminemos con este falso conflicto entre creación y evolución, entre ciencia y fe, el cual se ha arrastrado por la iglesia durante unos 160 años.


Y recuerda: Si algún día Dios te llama a ser científico, ¡que Él te use!, ¡Adelante!

Dios te bendiga.


Oremos.

Padre, elevo una oración a ti por todos los científicos que en el mundo trabajan estudiando la vida y tu creación, pero permanecen lejos de la vida eterna y abundante que solo tú puedes ofrecer y dar. Que ellos puedan creer en ti y les permitas alabarte por tu Creación.

En el nombre de Jesús.

Amén.

REFERENCIAS

[1] Ayala, F.J., ¿Soy un mono?, Barcelona: Ariel, 2011, p.93.

[2] Ibid., p.

Todas las citas bíblicas fueron tomadas de la Santa Biblia Reina-Valera 1960


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